Tras cursar un año de la carrera de aparejadores, desistirá de seguir ese camino y emprenderá aquél para el que se siente realmente llamado, el de la escultura. Para ello, y tras cumplir el servicio militar en su ciudad natal, marcha a Barcelona en 1954, con el objeto de dar continuidad a su aprendizaje artístico, asistiendo como alumno libre a la Escuela de Bellas Artes de San Jorge. En estos estudios presta especial atención a dos materias, dibujo y modelado al natural, que encadenan los conocimientos adquiridos en la infancia y la adolescencia con el nuevo periodo que se abre en el desarrollo de su potencialidad creadora.
En la ciudad Condal intercala estudios y encargos para particulares, lo que le permite seguir siendo fiel a la formación autodidáctica comenzada en su más tierna infancia. Con estos encargos consigue hacer frente, en parte, a los gastos de una estancia que se prolonga cuatro años. En 1957 el Cabildo Insular de Gran Canaria le proporciona una beca que verá renovada en 1959.
En estos años tuvo acceso al ámbito social en que desarrollaban su obra los artistas del momento, estrechando vínculos con autores como Matamala, arquitecto colaborador de Gaudí en la Sagrada Familia, el escultor Marés, el pintor Barceló y otros muchos. Fue un tiempo de investigación, exposiciones, trato directo con las fuentes vivas de la creación y trabajo. En sus palabras:
“Los años que pasé en Barcelona fueron muy fructíferos para mí. El cambio de ambiente a una ciudad cosmopolita y próspera, con una vitalidad extraordinaria, calaron bien en mi carácter, y me integré muy bien en ella. Yo pasaba casi todos los días por el Circulo de Bellas Artes, allí dibujaba del natural. En esa ciudad profundiza en el esculpido de la piedra que, no obstante, ya conocía en su isla natal, a través de la labra de la famosa piedra de Arucas. Es el desarrollo de una formación que le convertirá en un experto en las técnicas de la talla, tal como lo describe la profesora Lidia Esther Macías en 1984: “Cada obra la trata según el tema elegido previamente. El proceso a seguir en cada una de ellas pasa por tres etapas: Desbastado -coger la materia prima a utilizar y cortarla mediante planos con los materiales adecuados-; Modelado -donde saca el volumen-; Perfilado -pulir la obra donde lo lleve-. El desbaste es la parte más dura, pues es donde tiene que emplear mayor fuerza física y mental, teniendo que concentrarse muy bien para quitar con precisión y exactitud. Pese a todo ello para él es una etapa que hace con más ilusión llegando incluso a no parecerle brusca, pues es la parte decisiva, donde logra o no lo que pretende conseguir, todo lo demás irá saliendo poco a poco si la base ha sido buena. Las manos, pies y cara las hace como última labor, quizás por miedo a quitarle la expresividad, al querer terminarla con mayor perfección, quedándole menos fresca y falta de espontaneidad. Las demás partes del cuerpo las modela y termina mucho más. (...) Al finalizar algunas de sus esculturas en piedra, las pule en varios lugares o zonas donde quiere darle mayor brillantez y diferente textura. Este acabado final lo hace mediante una técnica propia que ha llegado a descubrir sobre la base de su continuo trabajo. La diferencia que existe entre tallar y esculpir para él es, sencillamente, que la primera técnica es usada en cuestión de bajorrelieve y ornamentaciones, la segunda técnica es el hecho de sacarle volumen y formas a la materia, con caracteres expresivos distintos. Cuando se dispone a realizar cualquier obra hace precisamente un boceto, normalmente a tamaño natural, al que va a ejecutar dicha obra. Hace un estudio muy conciso y detallado de la composición, buscando el movimiento, formas, volúmenes y espacios, que guarden un equilibrio y un orden entre ellos. Todo esto es de mucha valía para él, puesto que le ayuda a buscar el centro de gravedad de esta escultura y la compensación de todo el conjunto escultórico. Al color le da también su importancia. Esto lo hace eligiendo la clase de piedra o madera más idónea para el trabajo que haya replanteado con anterioridad. Su soltura técnica le permite definir con la misma talla diferentes tonalidades: “Si observamos algunas de sus obras en piedra, veremos como al contrastar la parte que ha sido pulida con la otra que ha dejado natural y menos acabada da, ya, una impresión de color”.
No es menor su cuidado en el trabajo de las maderas, a las que suele aplicar pinturas y ceras en el acabado final, con objeto de encontrar las tonalidades previstas, aunque con respecto a ello la profesora Macías matiza que: “Entre estos dos materiales, las piedras y la madera, suele sacarle mayor provecho a la primera, la trabaja con mayor facilidad, es más expresiva y más escultura; todo esto dependiendo por supuesto de la temática que vaya a tratar, o de las exigencias del cliente en algunos casos”. Y él mismo manifiesta en 1995: “Yo siempre la escultura la he encontrado más en la piedra. La madera la veo yo como más decorativa; en cambio, la piedra para mí es la verdadera escultura”.
Habíamos hablado de su Cristo realizado con sólo 13 años. En el periodo barcelonés juvenil una obra señalará un nuevo hito en su evolución como artista, precisamente trabajando la madera, es el año 1957 y prepara una obra para el “Premio San Jorge “, un desnudo de un metro de altura. Este joven desnudo de Montull sufre la censura y no consigue figurar en la exposición de dicho evento, son los tiempos del pleno franquismo y la represión afecta a todos los ámbitos de la expresión, no sólo al estrictamente político.